martes, 17 de abril de 2012

Me estafan en las tiendas


Desde que eso que llaman crisis entró en mi casa y se comió las marcas del frigorífico, porque antes se había engullido parte de mi salario, y me dejó parches en vez de novedad y estreno, compro en los chinos. Claro que cuidado con los chinos, porque no todos son de Pekín.

No es sólo por la crisis, yo compro marcas blancas y en los todo a cien, que el 1 de enero de 2000, igual que el cortado, pasó a ser todo a un euro, porque lo que pueda adquirir en un establecimiento de renombre, con garantías o con pedigrí, ya lo tienen por mucho menos en el chino. Serán imitaciones, pero a mí qué, mientras hagan su papel me da igual que CH responda a Carmen Hernández o Chi Hong.

Así que reivindico los chinos para purgar mi ira cuando veo el vestido que llevé en la boda de fulanico a la mitad menos cien de lo que me costó en la tienda con dependienta empalagosa jurándome que me estaba divino de la muerte.

Siempre he dicho que me cuesta más trabajo mentir que decir la verdad, así que debo proceder de otro mundo, porque la genética de este país es engañar, pero no engañar por engañar, no, es engañar con sorna, engañar para llevármelas y si puede ser reírme hasta quedarme sin aire.

Confieso que me estafan en las tiendas de toda la vida y mira que me gusta ir de compras por el barrio, pero es tanto el dolor que me produce ver en el chino o en el mercadillo semanal la misma camiseta por diez cuando he pagado 35, que le daría una patada al escaparate. Nunca he llegado a tanto y es probable que nunca llegue, pero eso sí me cago en todas las ayudas de la administración para la dinamización del comercio.