lunes, 14 de marzo de 2022

Gracias


No me hice propósitos de año nuevo. Me conformé con lo que en ese momento era y con lo que en ese momento tenía. Y quizá lo hice porque en algún rincón de mi pensamiento creía que todo estaba bien. Aunque es más probable que supiera que, aunque no estaba nada bien, podía ir a peor. De hecho, pasamos de catástrofes casi invisibles a pandemia y después a una guerra, a otra guerra. 

Ha pasado, está pasando, el primer trimestre del año y me sigo conformando, porque estoy entera a pesar de que el mundo está loco, de que la mediocridad, la cobardía y el delirio han salido de las cavernas más salvajes para reinar, y a pesar de que vivamos saltando de amenaza en amenaza. Yo me sigo conformando porque tengo mucho, muchísimo, que agradecer. Así que empiezo:

Gracias al señor que no me conoce de nada y cada mañana me dice buenos días caminando por la orilla del río, entre niebla y rayos de luz despuntando.

Gracias a la señora que se acerca para avisarme de que llevo la falda torcida. 

Gracias a quien me atiende con respeto y hasta amabilidad al otro lado del teléfono o de una mampara.

Gracias a la chica que me acompaña por el entramado de un complejo hospitalario para llevarme a la ventanilla donde tienen que darme la cita, o a aquella otra que me dice: "me encanta tu vestido", en una escalera eléctrica en mitad de un centro comercial.

Gracias a quien me recomienda libros y también a la compañera de yoga que me trae unos poemas. 

Y gracias al que le da un like sin saber nada de mí a la última chorrada o la sesuda parrafada que dejo en mis redes sociales.

Hay tanta gente anónima que te hace tanto bien solo con estar que es difícil entender que haya otros tantos con los que has compartido intimidades y no sean capaces ni de felicitarte en tu cumpleaños.

Tengo que agradecer con absoluta sinceridad a los compañeros y compañeras que últimamente me habéis desbordado con mensajes y llamadas. No hace falta nombres. Sé quienes sois y conservo vuestro aliento. Sois un gran motivo para conformarse.

Gracias a Silvia que me dice en mitad de la calle que le ha gustado mucho lo que he escrito. Espero que esto también te guste. Y a Juan, mi profesor de yoga, tan sosegado y tan divertido.

Y, además, muchas, muchísimas gracias a todos los que "me tocan algo". Gracias a mis amigas, que me escuchan, me abrazan, me advierten, me cuentan, me invitan a su casa, me llevan de viaje, al cine o a tomar un vino y me hacen reír. También a los amigos que me llaman para un café o una cerveza. Gracias a Concha, a Ana, a Rosi y a Carmen y a todas aquellas que se fueron pero siguen conmigo.

A mi madre que desde el teléfono me dice que me ha guardado mandarinas o me ha hecho un bizcocho, y a mi padre que rebusca entre mis libros algo que leer. Con vosotros siempre he estado a salvo.

A mi hermano, con quien, después de tantos gritos, amenazas y peleas de adolescentes, encontré en una tregua a prueba de balas un refugio de calma y complicidad inauditas. Gracias a mi hermana por su inmenso ejemplo de superación. Gracias a mis sobrinos porque su presencia me alarga siempre los labios en una sonrisa que se me sale de la cara.

Gracias a mis hijas por torturarme, por mantenerme actualizada y viva y, también, por darme el mejor motivo, la mayor razón y la excusa perfecta para todo.

Gracias a quien permanece a mi lado siempre a pesar de esto, de aquello y de lo que vendrá, a pesar de lo mío y de lo tuyo. Gracias por quererme, que es un verbo que nunca he sabido conjugar. 

A todos y todas, gracias, gracias, gracias.