jueves, 29 de junio de 2023

Escabechina

Hay un movimiento bastante dramático a consecuencia de unos resultados electorales que pasa desapercibido en la calle aunque sea muy sonado dentro de las instituciones que acaban de conquistar los ganadores de esos comicios: los ceses y también los traslados de personal.

Quienes se llevan la peor parte son los llamados eventuales, los de confianza, siempre en la cuerda floja, pendientes de que el político de turno les perdone la vida... laboral. No obstante, los eventuales no son las únicas víctimas; cuando llegan los nuevos, aunque sean viejos y huelan a rancio como el tocino escondido en una esquina del frigorífico, hasta los funcionarios tiemblan y los traslados se realizan, como tantas otras decisiones, de forma arbitraria. 

Por contra, se producen nuevas contrataciones de personal (de momento, encantado de la oportunidad) mientras acercan a los gobernantes entrantes aquellos funcionarios que no se han mojado mucho con los anteriores. Y así, cada cuatro años, más o menos. Da igual incluso que ganen los mismos. 

Por tanto, en manos o cerca de los ganadores, el cambalache se hunde y la escabechina es inevitable. Las razones suelen ser entre idiotas y abusivas, porque la mayoría de las veces es por cuestión de confianza, que se evalúa sobre un único medidor: haber trabajado profesionalmente con los rivales. Así, sin más. Es cierto que hay escabechinas dentro del mismo equipo, pero de esas ya hablo en mi libro y son de otra estirpe (baja estirpe). 

Los hay en un gran porcentaje que son profesionales que saben de lo suyo, aunque hay una porción que llega ensoberbecida y sólo sirve de loa al amado líder, quien necesita el aplauso para arrancarse, como un flamenco por soleares. Aportan poco y enredan mucho, pero los partidos tienen que pagar los favores de ensobrar votos y pegar carteles durante la campaña. 

Estos no me dan ninguna pena cuando llega su cese que, ojo, siempre llega, pero hay profesionales con muchos años de trabajo que, de pronto, en no pocas ocasiones, la camarilla del nuevo líder decide poner de patitas en la calle pasándose por el arco de triunfo los méritos y los currículum. Son de usar y tirar, como los platos de plástico tras un festín. Además, el eventual es un personal del que no se ocupa ningún sindicato y sus años de servicio no computan en ninguna bolsa de trabajo. Creo que se entiende que si desempeñan su labor al lado de un alto cargo ya ostentan privilegio suficiente y que no es necesario tener algún derecho. Por tanto, ser elegidos un día es una trampa que puede durar décadas. Así que hay platos de comida que salen muy muy muy costosos y para colmo te pueden dar diarrea.

En fin, suerte a los cesados (no para todos, alguno se lo habrá ganado a pulso), a los trasladados, a los derrumbados... y para quieres acaban de llegar ¡cuidado!, está visto y comprobado cómo termina esto.