viernes, 18 de julio de 2014

Amañado

 Recientemente he participado en un proceso de selección de personal convocado por la administración regional de Murcia. Me presenté porque cumplía con los requisitos exigidos y pese a la poca fiabilidad que me inspiran las administraciones que se enzarzan en convocatorias para atribuirse una legalidad que, de partida, está viciada, es un fraude, porque el puesto está pensado y diseñado para un nombre concreto ya elegido y no precisamente al azar.
Y ¡sorpresa! Ya me han comunicado que no he sido la candidata elegida. Pero ni hay frustración ni desánimo ni decepción porque sabía cuál iba a ser el resultado antes incluso de presentarme. Lo sabía casi al mismo tiempo que la administración decidía ampliar su organigrama con un palmero más.
Diría que me da igual, pero no es cierto. Me siento impotente al comprobar cómo, pese a la situación de precariedad económica, de pobreza, de paro, de crisis de valores, de denuncias de corrupción y abuso de poder...no hay ni siquiera un gesto, una mínima muestra de regeneración, de cambio, de culpa... Las aspas del molino administrativo siguen girando como si nada y pese a todo.
Y tampoco me da igual que se juegue con la esperanza de personas que, al contrario que yo, aún tienen fe. Ni me da igual ni lo entiendo.
Porque, si las administraciones hacen sin necesidad de nocturnidad, sin esconderse, lo que les viene en gana ¿a qué viene enredarse en convocatorias ficticias que les supone un desembolso de unos cuantos miles de euros para pagar a la empresa cómplice que les monta el teatrillo? Si nada más que el hecho de contratar a una empresa externa les delata ¿Por qué no hacen uso del Servicio Regional de Empleo y Formación? Casualmente el departamento que ha realizado esta convocatoria de broma es la que hace unos meses tenía las competencias en empleo.
Y tampoco me da igual porque, aunque debía intentarlo, me fastidia como una patada en la boca haberles bailado el agua, haber participado en su partida de cartas marcadas y haber contribuido a que su convocatoria tuviera la honradez de la que sus promotores carecen. Porque, a ver en los currículum no cuenta porque es una virtud en desuso, pero la integridad es lo que quizá más diferencia al que crea puestos a dedo, procesos amañados, de los candidatos que se presentan a pecho descubierto.