viernes, 31 de enero de 2020

Error

Nos estamos equivocando. Con demasiadas cosas. 

Me preocupa sobremanera que nos dediquemos tanto tiempo y con tanta energía a exponer, visibilizar con opiniones y críticas, con denuncias y hasta con blasfemia aquello que no merece ni un graznido ni un rebuzno, por muy aberrante, catastrófico y peligroso que nos parezca. 

El protagonismo que le damos a aquello de lo que abominamos con nuestra voz, todos los días a todas horas, es un engorde y a las bestias no les importa engullir morralla con tal de alcanzar la fuerza que necesitan para devastarlo todo. Cuidado con eso.

De todas formas, hay fieras que ya tenemos criadas y sueltas vertiendo detritus e infectándolo todo.Y a cada cagada, un titular ¿No sería mejor pronunciarse en silencios? ¿Dejar que la mudez contrarreste el grito e impregne la atmósfera eliminando los malos olores?

Debe estar en nuestro ADN, no dejar puntada sin hilo, pregunta sin respuesta, contestación sin réplica. En ese ruidoso enredo, los malos cabalgan más rápido. Y las huestes de los malos se mueven al son del zumbido, cuando no del chasquido. Si apagamos el sonido, los inmovilizamos. 

Hay demasiada notabilidad gratuita, demasiado bufón haciendo gracietas y piruetas forzadas para llamar la atención, demasiado ‘artista’ sin arte alguno. Y todos, todos, tienen el mismo objetivo común: hacerse ver y notar y, como consecuencia, cebar la lista de hinchas reproductores, como grabadoras, de todas y cada una de las asnadas oídas.

Hay que pulsar el botón de off. No hay que discutir lo que ya está claro, ni pelear lo que ya está ganado. Los disparos son para la guerra real ¡y hay tantas! Hay que reservarse.