martes, 27 de febrero de 2024

Perdonadores

Estáis (vale, me incluyo, estamos) malacostumbrados, y cuidado, porque enseguida creamos norma (y lo incluimos en el derecho consuetudinario) de lo anormal, de lo inaceptable y hasta del crimen.

Sin ser esta afirmación mía una ley científica, pongo dos ejemplos que me he encontrado recientemente, uno de un ciudadano extrañadísimo porque había sido tratado con "excesiva amabilidad" en un centro municipal. Era tanta la sorpresa que quien le atendió pensó que le iba a poner una reclamación. Y tal y como está el mundo, no hubiera sido una rareza. Hay gente para todo. Pero sí, nos quedamos pasmados cuando nos encontramos con una persona que nos sonríe, empatiza, nos trata con educación, nos dice buenos días... y ya si nos acompaña hasta el sitio somos capaces de regalarle una cesta en Navidad. Sin embargo, aunque no estamos preparados para los malos modales, el embrutecimiento, la subida de tono, es lo que abunda y lo que más recibes hasta el punto de convertirse en costumbre, mala costumbre.

El segundo ejemplo, mucho más terrible, se produce con mucha más frecuencia de la que quisiéramos, en cualquier escenario y con personas de muy diversa índole, que opinan sobre situaciones, hechos y decisiones que rayan la corrupción (o la cumplen con todas las letras) y la despachan con un "los otros hacen lo mismo". ¿Perdón? y eso qué significa, que como todos se emplean en prácticas delictivas, vergonzosas o ilegales, declaramos el campo libre.

A ver si yo logro entenderlo mientras lo escribo; si, es un decir, un gobierno nombra a todos los asesores que puede (y no por necesidad sino porque lo vale), asesores que están al servicio de ese gobierno, no del ciudadano (parece una apreciación idiota pero conviene recordarla), al tiempo que restringe el personal funcionario o sus horas con la justificación de que no hay dinero, ¿no lo denunciamos?, ni criticamos (bueno, eso sí, que somos muy de enjuiciar para lo poco que ejercemos la justicia), ni condenamos porque "los otros" también lo hacían o porque "todos son iguales" o "porque son todos unos sinvergüenzas"...

Esta forma derrotista de indultar me exaspera y me produce una impotencia tremenda. Es como si naciéramos ya en este país con el chip de la amnistía de serie para perdonar lo que en otros países (más civilizados, rectos e inflexibles con la inmoralidad y la villanía) es intolerable. Porque si mi vecino roba y su primo también y su abuelo ya lo hacía, eso, por mucho que se repita en la misma familia o gremio, no confiere perdón, sigue siendo delito.

Los ciudadanos que tenemos el poder, aunque aparezca diluido, de cambiarlo todo, de exigirlo todo, de echar de las instituciones a los abusones... preferimos absolver y ejercer el derecho de gracia como si fuéramos la Corona con asuntos que vician nuestro sistema.  
Perdonamos a los tránsfugas, olvidamos las promesas incumplidas, disculpamos fechorías... y luego nos quejamos, y protestamos, y gritamos e insultamos porque se plantea una amnistía contra el procés y el referendum en Cataluña. Mira, esto no hay quien lo entienda.

Nos acostumbramos (mal) a actitudes y decisiones imperdonables y nos exaltamos con otras, quizá igual de imperdonables, sin criterio, sólo por afiliación y esta nunca es un argumento sólido, ni justo, ni ecuánime, ni siquiera decente.
 
Ya puestos, si nos ponemos a perdonar, tabla rasa, pero si seguimos por este camino, lo más probable es que en un tiempo no muy lejano ya no sepamos diferenciar lo que está bien de lo que no. ¡Y a ver cómo nos apañamos!