domingo, 24 de abril de 2016

Plantes

Desde que los nuevos han irrumpido en el ‘sagrado’, formalizado y acomodado mundo político, observo comportamientos, opiniones y decisiones de la sociedad en general que me llevan a confirmar el cinismo, la hipocresía, las medias tintas y las verdades sesgadas que forman parte del pan nuestro de cada día. Y es así porque lo que no se admite a los nuevos, se les aplaude a los viejos.
La última verificación de esto es el plantón, posiblemente muy merecido, que los periodistas dieron a Pablo Iglesias por decir algo tan simple como que la prensa que sigue a Podemos está obligada profesionalmente a hablar mal del partido morado. Creo sinceramente que ni es una gran frase ni dice nada tan polémico como para estar rasgándonos las vestiduras. En todo caso, me resulta exagerado.
Efectivamente, de toda la vida, vende más y es más profesional en cualquier medio de comunicación tratar el defecto de un político que la virtud, pero tiene que existir sí o sí el defecto.  Y es que para dar jaboncillo ya está la seleccionada cohorte de asesores.
Por eso no entiendo los aspavientos ni el ruido que se han montado en torno a esa declaración de Iglesias, que me da la impresión que han venido a darle la razón. Al día siguiente, uno de sus antiguos profesores le llama directamente ‘tonto’ en un periódico nacional y no se produce ninguna hecatombe. Cosas de la libertad de expresión, que justifican a unos y condenan a otros.
Insisto, posiblemente el plante sea merecido e incluso no sea solo por estas declaraciones o por citar con nombre y apellidos a un periodista sino por ser la gota que colma el vaso, que también puede ser. Tanto salir en los medios puede tener efecto boomerang. Así es que en ese sentido que se calmen quienes critican a los medios de comunicación por dar tanta cancha al líder de Podemos. Comprobado queda que no es garantía de inmunidad, aquella que sí tienen otros políticos, los investigados por la justicia, apoltronados a la sombra de las instituciones democráticas.
Ahora, también es cierto que, llegados a este momento, debo recordar los plantes que no vi en su día y que me hubiesen encantado. En los últimos días se han citado en las redes sociales algunos que ya forman parte de nuestra memoria, pero yo voy a empezar por uno de los recientes, cuando el entrenador del Barça, Luis Enrique, contestó con ese tono chulesco y agresivo, tan característico suyo, a un periodista apellidado Malo queriendo hacer entender que su pregunta era igual que su apellido. No vi entonces ningún desplante en solidaridad con ese compañero y, la verdad, hubiese sido necesario. Este mismo entrenador, posiblemente la referencia y héroe de miles de niños que le admiran, se regodea en esa actitud, que reitera cada vez que tiene enfrente un micrófono o una cámara. Sin embargo, ¿qué hacen los compañeros cuando un periodista es burlado?, pues algunos medios hacen programas enteros, concediéndole una notoriedad que es una auténtica vergüenza.
Por supuesto, tampoco se ha visto ningún gesto de, por lo menos, contrariedad cuando se invita al medio de comunicación a una rueda de prensa y el convocante no admite preguntas, aparece en una pantalla de plasma o elige muy interesadamente quién debe, e incluso qué puede, interpelar. Tampoco hay plantes cuando un organismo público, obligado a ser transparente, se escuda detrás de comunicados destacando el perfil bueno.
Si vamos a empezar a plantarnos, que sea contra todo lo que reduce el derecho a la información. De momento, mi solidaridad y aplauso a los periodistas que no nos hacen olvidar a los refugiados ni a la víctimas y también a aquellos que nos han mostrado los ‘papeles de Panamá’. Cuando queráis, por vosotros me planto.

sábado, 9 de abril de 2016

Europa

Con la que está cayendo, mi gran duda del momento viene en forma de pregunta: ¿Quién quiere ser europeo? El viejo continente, el de la larga historia, el de la gran civilización, el aristócrata e intelectual se muestra más flojo que nunca, como un mastodonte de movilidad reducida, por pesado y por viejo.
Ahora, con la crisis de los refugiados, apostados casi en tierra de nadie, una tierra sin petróleo ni oro, claro, como si Europa esperara a que se disuelvan con el tiempo, que se aburran o que se coman entre ellos, me viene a la cabeza la ‘gran hazaña’ de este continente cuando se mataban salvajemente en los Balcanes, donde me demostró casi por primera vez su incapacidad y hasta pasotismo. Lo de estos meses, semanas y días ya no es ineptitud, es un repugnante ultraje a la raza humana.
Tanta Unión Europea para absolutamente nada cuando lo urgente y vital no sabemos contenerlo ni solucionarlo ni… ganas.
La Europa colonizadora, a la que nunca le ha importado explorar y explotar otros mundos, se resiste sin inteligencia ni diligencia a la entrada masiva de refugiados y lo deja todo al vaivén del mar o, peor, a soluciones crueles: ¡Qué se ocupen los turcos!
Entiendo que el reto se muestra inabarcable y desmesurado, más grande aún si el responsable es un inútil.
Pero Europa tiene otros frentes, otras amenazas que exhiben su debilidad, como es el terrorismo. El viejo continente no sabe o no quiere buscar salidas dignas a los refugiados llegados, pero tampoco sabe ni puede reprimir o abortar ataques enloquecidos y siniestros.
Tampoco se lo ponen fácil sus súbditos, ni quienes se rebelan, como Holanda esta misma semana, ni quienes callan para pasar de puntillas por los grandes asuntos.
No estamos en el mejor momento de enarbolar la bandera europea. Personalmente no me siento nada orgullosa de este continente tan inválido, insolidario y desalmado.
Pero tengo esperanzas, las que, también esta misma semana, me han dado los ciudadanos islandeses quienes con un sentido exclusivo y privilegiado de democracia han echado a su primer ministro, uno de los cientos de evasores con empresas opacas en Panamá. Otros europeos (también los hay de otros continentes, razas y sexo), influyentes y conocidos, muchos de ellos españoles, como no podía ser de otra manera, esos que besan las banderas de sus países igual que Judas, se siguen excusando, como si fueran víctimas de una estafa cuando los únicos estafados son los compatriotas que cumplen religiosamente con sus obligaciones fiscales.
Hay momentos muy concretos en los que la denuncia de una larga lista de ricos que eluden los impuestos de sus países cae mucho peor porque el resto de ciudadanos vive con ciertos apuros. Además, los evasores, cuyo dinero escondido tiene un origen oscuro, son los que luego opinan sobre el tipo de gobierno más idóneo para su país, ese que traicionan cuando hay unos euros de por medio. Son quienes remueven las manos en los bolsillos de sus abrigos de piel en busca de monedas para los pedigüeños. Por eso, estos días sólo puedo verlos como esos hinchas holandeses bebidos y bárbaros que humillaban a unas desgraciadas rumanas que mendigaban.
Europa debe ser revitalizada, reanimada, rejuvenecida o renovada y, si para ello es necesario que sea colonizada propongo que, ya que hemos reprimido y cercado a los sirios, nos dejemos invadir por los islandeses.