sábado, 18 de junio de 2016

Redundantes

En muchas ocasiones mientras nos arrastramos por nuestra propia rutina, encuentras algo especial, original o distinto que te hace sentir hasta optimista, alegre y con ganas de bailar, sobre todo si lo que has hallado es un grupo musical que no habías escuchado nunca o una canción vieja en una versión nueva.
Lo que pasa es que lo habitual es que, como te pongas a buscar, no se produce el hecho diferente. Es justo lo que siento con esta campaña electoral. Por cierto, ¿a qué se dedicaban las televisiones antes de toda esta marabunta de entrevistas, reportajes, declaraciones, imágenes… de políticos? Sólo me falta verlos ya presentando el tiempo. 
Pues eso, entre que estoy esperando, no sin cierta ansiedad, alguna novedad que me haga pensar, ‘mira, ha merecido la pena’, no llega nada que no sea un lugar común, una acusación reiterada, un reproche manido. Bueno, hay dos excepciones, el emocionante campo de alcachofas y la irrupción de la socialdemocracia para paliar la estrategia del miedo.
Incluso, si borráramos de nuestra mente cualquier alusión a Venezuela, seguirían estando esas decenas de lugares comunes que nos traen los reportajes, entrevistas, imágenes… de la tele.
Cada vez que oigo a algún líder del PP decir que España está creciendo y que hemos salido de la crisis me da el mismo tic nervioso que al presidente en funciones, al estilo de Josema Yuste cuando protagonizaba aquellos ‘sketchs’ de Martes y Trece.
Y luego está Pedro Sánchez que en cuanto sale a la palestra es para convencerse él de que va a ganar las elecciones y para aleccionarnos de que representa el cambio. Claro que, acto seguido, aparece Alfonso Guerra, un peso pasado, sí pasado, haciendo chascarrillos. Sin embargo, lo que me produce exasperación es esa afirmación de que estamos de campaña por segunda vez en seis meses porque Podemos no ha querido pactar.
Así llegamos a Pablo Iglesias, que le está tirando tanto los tejos a los socialistas que ya me da hasta grima.
Por supuesto, en cuarto lugar y no menos redundante ni pesado, Ciudadanos. Albert Rivera sí que ha cogido perra con Venezuela y además, sigue dale que te pego con la unidad de España y con la amenaza de ruptura nacional.
Esta campaña parece una tortura consistente en hacerte oír una y otra vez lo mismo, a ver si te da por ir a votar o votar algo distinto. Yo ya me estoy planteando incluso darle mi papeleta al que menos me gusta.
Pero ahí no queda la cosa, podemos encontrar cientos de alusiones a los casos de corrupción, de aquí y de allá, al paro, a los salarios precarios y a los jóvenes que se marchan, aunque no oigo a ninguno hablar de los mayores que se han quedado, esos que después de 20 o 30 años de actividad profesional están en tierra de nadie, esperando a que estos terminen por fin la campaña y cumplan una sola promesa que les haga cambiar de rumbo o rutina. 
Esta poca originalidad (¡quién me lo iba a decir!) me lleva a echar de menos esas enredosas series que se alargan hasta la madrugada por los tediosos cortes publicitarios. Ya que no me dan nada original y se repiten más que el Disney Channel, que, por favor, no trastoquen mi rutina, que yo ya me he pasado al Clan TV.