sábado, 31 de enero de 2015

Lo que mal empieza

Una vez aminorados los estruendosos ecos de los comicios griegos, el anuncio de adelanto de las elecciones andaluza y catalana, la convención del PP y el lío de Podemos, tapándole las partes a sus miembros mientras les intentan sacar en pelotas, tenía dos opciones, o hablar de Bárcenas, que me tiene estupefacta, o dedicarme a reflexionar sobre un asunto desgarrador, la conclusión del informe sobre la percepción social de la violencia de género en la adolescencia y la juventud. Inquietante.
Pues bien, chicos de entre 15 y 29 años ven inevitable y aceptable controlar a sus parejas e incluso impedir que vea a su familia o amistades. Aquí sólo diría que lo que mal empieza mal acaba, a veces, incluso acaba, a secas.
Esto ha sido noticia durante una sola jornada de esta semana con sus días y noches. Todos los medios de comunicación se hicieron eco e incluso contagiaron a los ciudadanos, no a todos, su sobresalto. Pero ya está. Sin embargo, yo sigo impresionada porque hace tiempo que me pregunto por qué no son efectivas las campañas de sensibilización, ni contra el maltrato ni contra los accidentes de tráfico, y por qué no calan tan profundamente las noticias e imágenes sobre víctimas de violencia de género, mientras sí que nos impregnan frases, chascarrillos y tópicos simplones con un claro objetivo de idiotizar. Quizá sea eso, que los mensajes que nos llegan están destinados más a silenciar nuestra mente que a estimularla y al no estar acostumbrados a pensar, a proyectar, a imaginar, a buscar... nos creemos que la irresponsabilidad, la venganza e incluso la muerte está en el portal de otros que no tienen que ver con nosotros, aunque compartamos el mismo lugar en el mundo.
Que unos críos vean normal controlar a su pareja es grave y consecuencia de una educación huérfana, bien porque su madre no le ha dado un pellizco para llamar su atención cuando no ha cedido el asiento a una persona mayor, bien porque las estúpidas disputas políticas no han llevado a los colegios una verdadera educación en valores.
Y esos críos son formidablemente inteligentes, capaces de conectarse a la NASA con un teléfono de cartón piedra, manejar redes sociales con una agilidad febril o incluso inventárselas. Escriben letras en sus teclados a la velocidad de la luz, pero no para decir te quiero sin condiciones.
Demuestran que se puede ser inteligente e ignorante al mismo tiempo y es esa falta la que nos debe dar miedo a padres, educadores y responsables de la administración, porque un mes sin comer pasta, una regañina en el colegio o campañas de sensibilización ineficaces nos lleva a situaciones en las que el simple hecho de amar está rodeado de espinas, cuando enamorarse a los 15 o a los 20 y ser correspondido es un feliz milagro y debería ser un derecho fundamental.
Bueno, como en esta ocasión, el tema era serio, me prometo a mí misma compartir en la próxima  mis pensamientos sobre Bárcenas o el pequeño Nicolás o cualquier otro personaje de la política o de ‘Gran hermano’.

miércoles, 14 de enero de 2015

¡Menudo año nos espera!

Soy una friki de la Navidad. Me gusta. A otros les da por chupar candados. Pero ésta ya se ha acabado. Fue cerrar la puerta a los Reyes Magos y a tomar viento la magia. En la tele desaparecieron sin dejar estela esos elegantes, cuidados, eróticos anuncios de perfumes para dejar paso al de las compresas, justo cuando tenía conseguido ascender por la cortina del salón a lo Charlize Theron, y el de los juguetes por los anticongestivos, antitusivos y anticolestores. En fin, bienvenidos a la realidad.
Pero oye se ha ido la Navidad, y aún resuenan con alegría los ecos de las discusiones con la familia sobre Podemos. ¿Soy yo o el tema de conversación estas fiestas ha sido el nuevo partido? Como no quiero que se me vea mucho el plumero en esas tertulias al estilo ‘Sálvame’, sólo intervengo para apagar el fuego de la ira de algunos que dicen disparates tan estúpidos que aunque el susodicho no me toque nada, me da no sé qué que salga a la calle con esas ideas tan primitivas.
Lo cierto es que opinan después de pimplarse el vino, la cerveza y el cava. Es entonces cuando afirman furibundos, medio poseídos por el maléfico, que como ganen nos quitan las casas. Y lo sueltan sin anestesia, con la boca llena de polvorón.
Pues sí, la Navidad se ha ido, pero esta vez nos ha dejado el aperitivo de lo que nos espera este año que ya, a estas fechas tan tempranas auguro largo, más que 2014. Es un auténtico cansancio estar escuchando los resultados de las encuestas ¿cuántas llevamos ya?, que si Pablo Iglesias bebe los vientos por el régimen chavista, que si habrá pacto entre los grandes partidos o no, que si la crisis remite… Lo siento, pero psicológicamente no estoy preparada para tanta charla. 
Bueno, bueno, y luego están las quinielas sobre quiénes serán los tocados con el halo divino para gobernarnos.
A todo eso hay que sumar que si la Infanta Cristina y el caso Nóos, que si nuevos casos de corrupción de este y del otro… Me canso nada más que de enumerarlo aquí. Estoy por hibernar, y eso que me ahorro. De momento me había pasado a los programas deportivos, pero no he ganado en nada y eso que, menos mal, ya nos hemos librado de la intriga con el Balón de Oro.
Sin embargo, siendo sincera, prefiero mil millones de veces más someterme a estos debates baldíos, repetitivos, a veces poco fundamentados y en todo caso prescindibles en la mayoría de las ocasiones a que lo que me cuenten en la tele y en la calle es que unos locos han entrado en una revista y se han cargado a doce personas sin nocturnidad y con toda la alevosía, en nombre de un dios que, en caso de existir como ellos creen, estará más que avergonzado y huyendo hacia otra hibernación, a la espera de fieles más cuerdos y avanzados. 
En fin, que a la vista de tanto iluminado con medio dedo de frente voy a seguir escalando la cortina a ver si me llaman para el anuncio. ¡Menudo año nos espera!