martes, 8 de septiembre de 2015

Sospechosos

El otro día volvía de hacer unas compras y al pasar por la puerta de un supermercado recordé que me faltaba no sé qué. Así que entré y justo en ese momento la cajera me espetó con un 'las bolsitas tienen que dejarse en consigna' y yo, que sin ningún motivo cada día estoy más flamenca, me di la vuelta y me marché mascullando un 'las bolsitas las va a dejar tu prima'. Fue una chulería sin importancia pero muy natural que yo, que nunca he sido ni acusada, ni pillada in fraganti, ni tengo antecedentes ni soy deudora ni sospechosa ni nada, puedo permitirme.
Me ha cabreado y me cabrea mucho que alguien sin ninguna autoridad y, peor aún, sin ningún motivo, me pida que le enseñe el bolso ¿por qué? Si existiera una mínima evidencia de que he podido sisar algo, se puede entender, y a regañadientes.
O ¿por qué tengo que dejar en una cinta de escáner mi bolso para que un desconocido se empape bien del contenido? Vamos, para que ese día te apriete el sujetador y te lo guardes en el bolso! O ¿por qué dejar el móvil? ¿Qué arma mortal podría yo introducir en un teléfono? ¡Si me cuesta encontrar la ranura para meter la tarjeta!
No voy a decir que además de torpe para dedicarme al terrorismo soy buena persona y no he tenido malos pensamientos. Claro que sí, pero cuando das con una funcionaria con mala cara y mascando chicle a mí me dan ganas de pegarle otro chicle en el pelo, pero no de crear una célula terrorista ¡pues menudo trabajo!
Y luego está también ese otro momento en el que después de pasar por caja salta la alarma de la tienda. Pues yo en ese instante me dan ganas de poner tierra de por medio y salir corriendo, total ya, a los ojos del resto de clientes soy una ladronzuela, sólo me queda confirmarlo y hacer sudar a la tonta del haba que no me ha quitado la alarma. Debería existir una sanción para el comercio que te hace pasar el mal trago de verte señalada.
Está también el caso de que se te juzgue y se te acuse implícitamente de bandolero por la pinta que tienes. Yo, que tengo la costumbre de salir sin peinarme, un día de estos me cachean porque sí, porque hay una redada y parezco una quinqui.
Hay que ver, que en este embrollo de contradicciones e injusticias que es la vida, el ciudadano es siempre sospechoso. A ver, todos buenos no somos, pero delincuentes tampoco, de la misma forma que tampoco todos los políticos son corruptos...
El caso es que si lo primero que los compañeros de partido dicen de un alto cargo imputado es que hay que suponer la presunción de inocencia, ¿por qué un supermercado, un guarda jurado o
cualquier otro no me presupone inocente y me señala sin conocerme de nada?
Y ya me faltaba la enmienda a la Ley de Enjuiciamiento Criminal para impedir la toma de imágenes de un político detenido. Claro, éste, esposado después de que un juez vea indicios de delito, es inocente y lo de las esposas son calumnias de la oposición.
Pues la próxima vez que la cajera de su supermercado me llame la atención porque ella cree que al llevar unas bolsas voy a robar, le vacío el contenido en la cinta y, por su bien, espero que en ese momento no haya salido a tirar la basura.