jueves, 27 de agosto de 2015

Jóvenes

Está de moda ser joven y yo siento una vez más, la ciento y un mil en mi vida, que voy a contrapié, porque ni soy una veinteañera ni lo pretendo. De hecho, si se me apareciera el genio de la lámpara maravillosa tengo en mente millones de cosas que pedirle, pero entre éstas no estaría un elixir de eterna juventud.
Porque ser joven es maravilloso y lo es, quizá, porque se acaba. Sin embargo, si hay una edad del pavo de la que habitualmente uno se avergüenza, los hechos y dichos de la juventud no son todos precisamente para estar orgullosos.
Uno se equivoca toda la vida, pero mucho menos conforme va cumpliendo años.
Pero se ha puesto de moda ser joven, como si se pudiera elegir o comprar y como si ello fuera la garantía única para el éxito de una empresa o proyecto. De hecho, el otro día me llegó una oferta de trabajo de ‘Responsable de comunicación’, ojo, ‘responsable’ y se ofrecía contrato inicial de prácticas no laborales para menores de 25 años, pasando luego a contrato en prácticas, o contrato inicial de prácticas laborales para menores de 30 años. Muy inteligente dejar en manos de un joven inexperto la imagen de una empresa. Yo creo, de verdad, que cuando se habla de comunicación nadie sabe ni lo qué es ni lo qué significa ni mucho menos su trascendencia.
Pero esto al final es decisión de una empresa privada y allá ésta con su reputación. Sin embargo, a lo que voy es que observo entre asombrada y preocupada la selección de muchos jóvenes para dirigir departamentos en las administraciones públicas después de las últimas elecciones municipales y autonómicas. De entrada, rejuvenecer, refrescar, incluso animar las instituciones con cachorros no tiene por qué ser malo, pero sinceramente, aunque no seamos Grecia, no estamos para desviarnos ni jugar ni hacer experimentos con gaseosa. La experiencia es un grado, y cuando lo que hacen falta son gestores inteligentes, no listos, espabilados o ambiciosos, sólo inteligentes, a lo mejor, sólo a lo mejor, es necesario echar mano de los que tienen demostrada una larga experiencia y conocimiento.
Máxime cuando los jóvenes colocados son, desgraciadamente en muchos casos, hijos de padres a quienes los partidos les están muy agradecidos por una u otra causa. ¡Pues que les manden una cesta por Navidad!
No obstante, como la generalización es síntoma de estupidez, he de reconocer que he trabajado y conocido a jóvenes de una gran capacidad. Para uno malo que me ha salido, había dos cuya labor era encomiable. Así que ganan por goleada los buenos, pero claro estos no tenían responsabilidades políticas. El que salió rana, sí.
Creo firmemente que es necesario mirar los curriculum con lupa, igual que en la empresa privada, bueno no, más, para ostentar cargo, porque luego los ves que se tambalean, como cuando una niña de corta edad se pone los tacones de su madre. Es necesaria la formación, los idiomas (aunque en la administración ser amigo o afín ya tiene categoría de máster), pero también la experiencia, mucha experiencia, pero claro, lo digo yo, que no soy una veinteañera, ni lo pretendo.

viernes, 7 de agosto de 2015

Lealtad

Lealtad ¿qué es la lealtad? Antes de intentar acercarme a una definición más o menos correcta, diría que, al igual que otros valores como la honradez, la sinceridad o la amistad, la lealtad está corrompida, que es mucho peor que ser mal comprendida.
Pero hay lealtades y lealtades. La lealtad al partido me parece tan extremadamente peligrosa y algo tan absolutamente anexado a regímenes dictatoriales que me siento desazonadamente decepcionada porque los nuevos, aquellos que iban a cambiar este país y lo iban a transformar en honradez y decencia me vengan ahora con contrataciones de personas destacadas por una supuesta lealtad a unas siglas para ejercer de periodista y sin que haga falta la titulación para ello. Pues esto ya lo teníamos, y además desde hace décadas. Sin embargo, da igual, su ejercicio real no es el periodismo sino un chaqueteo empalagoso que no lleva a nada, ni siquiera a un buen servicio al patrón. No digo que entre los afines no haya gente preparada, pero son habas contadas.
Es cierto que ser licenciado en Periodismo y realizar un trabajo digno e imparcial no juegan siempre en el mismo equipo, es más, diría que ser imparcial y ser profesional es mucho más común. Yo lo he hecho y sí se puede. Pero a la vista de la noticia de que el Ayuntamiento de Cádiz elige un jefe de prensa sin titulación (PRNoticias, 28 de julio) porque basta ser 'uno de los nuestros', está claro que los requisitos para trabajar en este país han cambiado, pero de momento es lo único que ha cambiado. Una pena.
Lo más alarmante es que las administraciones seguirán a rebosar de hordas de estúpidos impuestos por los altos cargos al obviar el trabajo bien hecho y la experiencia y buscar esa lealtad con avaricia, como si fuera lo único que les asegurara el éxito, lo único que garantizara seguridad en sí mismos y buenos resultados. Es más, se da con una frecuencia vergonzosa la limpieza ideológica en las instituciones, porque ya se sabe que si piensas como el jefe y le votas a su partido se trabaja mucho mejor y el triunfo es seguro. Sí, creo que quien descubrió esta singular ecuación está a punto de recibir un Nobel.
La lealtad entraña sinceridad e inteligencia y, sobre todo, por encima de cualquier otra cosa, la lealtad implica decir la verdad. Creo que lo que se busca no es lealtad sino complicidad y silencio, lo que me lleva a pensar que quizá su exigencia sea necesaria para ocultar futuros trapicheos. Y eso ya lo tenemos. O, también, buscan rodearse de amiguetes para sentirse acompañados como si un despacho público fuera la sede de un club juvenil. En este caso, yo les aconsejaría que donde tengan la olla no metan... que luego ni amistad ni nada.
Pero siendo más rigurosa y, según la Real Academia de la Lengua, lealtad es el 'cumplimiento de lo que exigen las leyes de la fidelidad y las del honor y hombría de bien', sin embargo, en esta lealtad de quita y pon que tanto se ve alrededor de los políticos veo mucha cobardía y sumisión. Me parece que la definición de lealtad en estos casos, con las honrosas excepciones que habrá, tiene que ver con esta segunda acepción: 'Amor o gratitud que muestran al hombre algunos animales, como el perro y el caballo', nada que ver con la tercera definición: 'Legalidad, verdad, realidad'.