miércoles, 19 de octubre de 2022

Rosi

 

Mira que siempre has sido muy puñetera y muy de hacer lo que te daba la gana. Cuando nos conocimos no me caíste nada bien, siempre tan torbellino y tan deslenguada, pero me he dado cuenta de que es mejor empezar regular y terminar bien. Porque nosotras hemos probado todos nuestros estados y después nos hemos quedado la una con la otra, pese a todo, a nosotras mismas. Eso debe ser la amistad bien cimentada, no como la que te entra por los ojos y después te deja a medio. Esa se asienta sobre barrizales.

Te vas cuando el granado me intenta consolar con su primera granada en este campo al que te gustaba venir con Bubú; cuando el otoño aún no es frío y en los días que estoy cumpliendo años, como si creyeras que así no te olvidaré jamás. No hace falta. Deberías saberlo. Creo que lo sabes. Te vas cuando la última pulsera que comprásteis tú y Carmen como recuerdo de nuestro encuentro ha reventado, y las bolas han saltado por toda la casa. Veo un pequeño arcoíris bajo la puerta del baño y, mirándome en el espejo, una intensa arruga en la barbilla que no te habría pasado desapercibida. Son señales, tus guiños.

Contigo he tenido durante muchos años garantizada la risa ¿qué más podría pedirte?, y además me has proporcionado rincones maravillosos de Almería. No lo sabes, pero Almería se ha ido contigo, tendría que empezar de cero, pero ahora mismo no me apetece. Para qué volver si ya no tengo donde ir, ni casa, ni bares, ni playas. Se acabó Cabo de Gata, el Zapillo y Vera. Tampoco nos comeremos una contundente tapa acompañada de una cerveza fresquita mientras tú y el ‘Senrique’ discutís si es más o menos rentable que la caña vaya inherente a la tapa. Me he quedado inapetente, aunque con la cabeza atiborrada de recuerdos desordenados y de ecos de frases tuyas tan divertidas como esa de la talla 38 de la que estuvimos riéndonos un verano entero.

Primero fuiste “la Rosi de Almería” y después la de las series (me descubriste ‘The Affair’, ‘Paquita Salas’…), la de los tés, la de los mandalas… y siempre te hemos seguido. Nos contagiabas todas tus tendencias. Ponías de moda con un enorme entusiasmo cualquier afición. Además, has sido “la Rosi de las velas de Ikea”. Eso también me ha inspirado más de una carcajada, y la de los pendientes estrambóticos. Hoy miraba muchos de los que tengo, la mitad comprados contigo y la otra mitad regalados por ti. Te llevaré mucho tiempo también colgada de las orejas.

Estos días te has instalado en mi cabeza con una viveza tal que he dejado de ser yo. No importa, te presto mi cuerpo para que sigas un poco más, ahora que el tuyo se ha apeado. No se lo tengas en cuenta, fuiste una ‘disfrutona’, como dice Carmen. Te has reído de todo y de todos y nosotras contigo y de ti.

Nos ha quedado mucho por compartir; el viaje a Irlanda. Tampoco me apetece ya ir. Menos mal que no hicimos demasiados planes geográficos, me habrías dejado sin un rincón en el atlas al que viajar. Quizá, como recuerda María, al final, los de tu planeta (otro de tus chistes) han venido por fin a rescatarte. No estabas tú muy contenta con lo que veías en este, hasta el punto de que algunas veces te ponías en plan viejuna y decías “uy qué miedo” refiriéndote a un acontecimiento cualquiera que te parecía grave. ¡Lo que nos reímos cuando nos contaste angustiada que lo habías pasado muy mal con toda aquella movilización por la independencia de Cataluña porque lo viviste como el origen de una guerra!

Me acuerdo también de las risas en Rodalquilar con aquella flor de baladre que me regaló Eugenia ¡qué susto se dio cuando le contamos que era venenosa!, y cómo lo aprovechamos para montarnos una película, macabra, pero divertidísima. Aquella vez nos reímos de la muerte con la alegría y la confianza de quien cree que no se va a morir nunca o que está muy muy lejos. Para ti no lo estaba tanto. ¡Puta vida!

Mientras te escribo esto, me acuerdo del grandísimo episodio que vivimos en el viaje a Cuba, con “Anita, última hora”. Eras muy de rebautizarnos a todos. A mí me llamabas Sefi. Ya no quiero que nadie me llame así. Ese nombre era sólo tuyo y para mí.

Hay tantos recuerdos y un pasado tan lleno que no queda sitio en mi casa ni espacio en mi mente en el que no estés, pero ¿y el futuro?, ¿a quién voy a llamar cuando necesite contar algo? Y ¿qué haré cuando Facebook, esa red tan insensible y con tantos amigos de quita y pon, me anuncie tu nuevo cumpleaños? 

Nos dejas el trío huérfano ¿Qué haremos tus dos super mejor amiguis sin ti? ¿Y las niñas? Eugenia ya no volverá a decir que tu cena es un melocotón, ni Jimena escuchará atenta cualquiera de tus historias, como aquella que te inventaste sobre la fiesta de los actores de Grease a la que te habían invitado. Siempre has sido muy peliculera.

Sé que esperas de mí, un montón de palabras que te emocionen y te hagan sentir orgullosa. Te estoy escribiendo mucho y no sé si esto que cuento aquí es lo mejor, lo que tú te mereces. Siempre fuiste mi mayor fan. Sin embargo, siento un batiburrillo indefinible y no sé cómo expresarlo. Es un cóctel sentimental y sin alcohol, como en los últimos tiempos.

Seguiré, seguiremos, hablando de ti durante mucho tiempo. Hasta el final. Todos creen que te has ido, para nada, sigues aquí, presente, en los libros que nos recomendaste, en las series y películas que te gustaron, en los actores de los que te ‘enamoraste’ (Keanu Reeves, Michael Fassbender…), en los regalos que nos hicimos, en las frases que soltabas, en tantos sabores… ¡ay las almendras del ‘Senrique’!

Me acaban de recordar que tenías toda la pinta de una chica Almodóvar. Estoy de acuerdo, habrías estado a la altura del papel de una de las “Mujeres al borde de un ataque de nervios”. Quiero que sepas que quien ha pensado en ti estos días lo ha hecho con una tristeza que enseguida mutaba a risa cuando te rememoraba en alguna de tus posturas o de tus comentarios. Concha también se ha apenado pero con el alivio de que has sido genio y figura.

Ahora, temo que tu cuerpo llegue a un lugar tranquilo. Lo vas a poner patas arriba. Allá donde vayas habrá bulla, así es que solo espero que, estés donde estés, te encuentres ‘a gustico perdío’.