Pedían el otro día reivindicar la salvación de Mar Menor a través de nuestros recuerdos con este mar de fondo. A malas penas rememoro alguna cosa. Tengo que hacer un pequeño esfuerzo y al rato como si fueran olas venidas desde donde el agua cubre me llegan retazos.
Y es que el Mar Menor para mí siempre ha sido el mar, mi único mar. El primero que conocí, en el primero que me bañé, el primero en el que tragué agua tras un capuzón. Era el mar que olía a tortilla de patatas y conejo frito con tomate, que nos servían desde una fiambrera, como mis mayores siempre han llamado a los tupperware.
Era el mar de las silletas y mesas plegables, donde jamás salía volando la sombrilla, porque allí se inventó la brisa, suave, discreta. Era el mar de la nevera azul, el de las únicas y pocas vacaciones que podíamos disfrutar en familia. Era el mar de Murcia, esa tierra de la que me hablaban mis padres porque era la suya.
Con los bañadores ya puestos, llegábamos cargados hasta la orilla. Conquistábamos una parcela diminuta de ese pequeño mar aniñado y clavábamos la sombrilla como quien clava su bandera tras conquistar la cima. Veníamos en aquel SEAT 124 de segunda mano en el que siempre me mareaba, con los primos, a quienes veía con la misma frecuencia que al Mar Menor. Nos bañábamos, entrábamos y salíamos corriendo, eufóricos, con esa excepcional alegría tan peculiar de los niños. Nos divertíamos con los padres y tíos que nos perseguían por el agua con los brazos arqueados que utilizaban como remos. Era el mar en el que podías adentrarte porque el agua nunca te cubría.
Y es que el Mar Menor siempre fue inofensivo y generoso. Nos ha proporcionado identidad y singularidad, ha sido un mar del que hemos presumido orgullosos y nunca supimos agradecerle nada. He disfrutado de sus días, de sus magníficos atardeceres, de sus noches, me ha hecho soñar, me ha acompañado en lecturas. Poco más se le puede pedir.
Ese mar para remojarse, de bañarse hasta las rodillas, de sentarse en la orilla recolectando piedrecitas, esa laguna salpicada de pequeñas islas sobre las que se contaban decenas de leyendas, ese mar ya no existe. ¿Volverá?
Quizá está desapareciendo por su apellido, Menor, y ya sabemos que a los seres humanos nos gusta doblegar a los que creemos más pequeños. Ojalá vuelva hecho un hombre... mejor dicho: toda una mujer.
Quizá está desapareciendo por su apellido, Menor, y ya sabemos que a los seres humanos nos gusta doblegar a los que creemos más pequeños. Ojalá vuelva hecho un hombre... mejor dicho: toda una mujer.