domingo, 21 de junio de 2015

Por si me hacen concejala

Llevo unos días repasando mi pasado más o menos reciente. Intento recordar y buscar entre lo que he dicho o hecho. No, no es que quiera escribir mis memorias, pero oye y ¿si a alguien le da por hacerme concejala?
Porque tal y como está la cosa si tienes un pasado bocazas, loco o 'fumao' ya estas condenado de por vida. También, estoy mirando fotos por si en alguna aparezco con una camiseta con letras en inglés que aludan a algún disparate y yo, que me la compré para combinármela con un pantalón y que tengo un inglés poco suelto, me piense que voy saludando y lo que voy es nombrando al padre de alguien. Estoy incluso leyendo los perfiles de mis amigos y seguidores no sea que alguno esté alardeando de opiniones u gustos poco sensibles. Y el mío, mi perfil, se ha quedado como una patena, tanto, que si me hacen concejala, me tendrán que criticar por si llevo el pelo sucio en la foto.
Con las redes sociales soy poco agresiva. Me encantan los silencios y no sentirme obligada a hablar ni a ser graciosa. Así que de momento no me pillan. Pero claro, con este nombre y apellidos tan comunes, lo mismo me adjudican bravuconadas de otro.
En serio, no estoy defendiendo a Guillermo Zapata, ese concejal de Madrid que ha dimitido de mentirijilla después de que rebuscaran en su pasado y encontraran tuits poco afortunados, incluso deleznables. Pero lo cierto es que lo hizo hace cuatros años, así es que lo único que yo podría decir en contra de él es que tiene un pésimo sentido del humor.
Sin embargo, y por poner un sólo ejemplo, ¿qué hacemos con todos aquellos que meses atrás han estado comparando a la gente de Podemos con los nazis? Esos, de lengua rápida y cerebro enano, son fácilmente perdonables ¿verdad? aunque hagan esas declaraciones en el ejercicio de su actividad pública.
A mí personalmente no me hacen gracia ni unos ni otros. Pero eso sí, quien esté libre de pecado que tire la primera piedra. Porque es cierto lo que le oía decir el otro día al actor Eduardo Noriega al respecto; la mayor parte de los que están hablando en las redes sociales no son conscientes de que salir ahí es como dar una rueda de prensa. Y las palabras no se las lleva el viento, incluso pedirle a Google que borre nuestra información a veces no es suficiente. En fin que, cuidadito.
Por otro lado, el escarnio público al que se someten los recién llegados a la política no es más que una pestilente muestra de la agresividad sin escrúpulos de los oponentes, quienes si se dedicaran a  sacar adelante proyectos en vez de a buscar basura, quizá a todos nos iría mejor.
Porque nadie se equivoque, no se ha inaugurado una nueva forma de hacer política sino una forma de exacerbado control a los nuevos políticos, como si su llegada a las instituciones fuera algo ilegal, antinatural o anormal. Y conste que el nivel de exigencia me parece bien. No puede ser un representante ciudadano alguien que le cuenta a la red sin pudor chistes xenófobos. No. Pero tampoco aquellos que mienten y tergiversan la verdad para vendernos una realidad torcida sólo por propio interés. Si al menos fuera para levantarnos la moral…
Y ahora, después de estas palabras, posiblemente no me llamen para ser concejala.

lunes, 1 de junio de 2015

Adiós al absolutismo

Sigo de resaca postelectoral, siete días con sus noches escuchando y leyendo cientos de reflexiones y conclusiones. En ese sentido, esta semana ha sido fascinante. Los resultados, personalmente, no me han dejado boquiabierta, pero sí las ingentes lecturas que se han hecho sobre estos y, por encima de ello, la inconmensurable sorpresa de cabezas de lista que se ven, después de dos décadas y por primera vez, derrotados aún habiendo ganado. Impresionante Rita Barberá diciendo ‘¡qué hostia!’ Y yo ‘flipo’: ¿Acaso esperaba usted revalidar una mayoría absoluta con la que tiene liada en su ciudad? ¿Acaso cree usted y sus compañeros de partido que los ciudadanos son todos tan cernícalos que vamos a perdonar una y otra vez sus fechorías? Nada más que el hecho de formular la pregunta me ofendo a mí misma, porque los ciudadanos no somos ese dios que perdona tras ponerle unas velas y después de haber escupido en la cara del prójimo. Algunos dejamos hace tiempo de poner la otra mejilla.
Y luego sale el señor presidente, a destiempo aunque prescindiendo de pantallas de plasma, a achacar la pérdida de votos con una obviedad simplona a problemas de comunicación… y yo añadiría, de valentía. ¡Hay que ver cuánto ejercicio de control de su información cuando son tan poderosos!
Así que la primera conclusión es que estos comicios dejan a los ganadores flaqueando y a los perdedores aspirando. Precioso (es ironía) papel que le están dando a Ciudadanos, quienes van a tener que ser unos verdaderos e inteligentes estrategas para apoyar el mantenimiento de los vencedores sin perder el aval recibido a su candidatura y acabar como UPyD.
La segunda es que los ciudadanos tienen hartura, tienen un limite y se han manifestado, muchos de ellos sin miedo al coletas ni a regímenes bolivarianos ni a tontadas parecidas, aunque, que nadie pase por alto que hay seis millones de personas a las que ‘se la pela’ la corrupción, la mala gestión o los recortes. Por tanto, sinceramente, la pérdida de votos es poco castigo para la devastación alcanzada. Así que tampoco hay que descorchar el champán.
La tercera y para mí principal consecuencia es el adiós al absolutismo, el principal y más vil vicio de la democracia.  Aquí sí sacaría el champán o ‘el gaitero’. Ahora, aquel que quiera gobernar tendrá que pactar, negociar y acordar. Se acabó la tiranía del ‘porque yo lo valgo’. Es mi esperanza, mi ilusión y mi sueño.
Se acabó el rodillo, se acabó tirar por tierra cada una de las propuestas de la oposición sin leerlas, se acabaron las triquiñuelas, los atajos, amañar concursos para colocar a enchufados, contratar a asesores de consejeros a través de organismos satélites, pagar viajes o mobiliario innecesarios a través de fundaciones… Si alguno de los ganadores en esta Región lee esto, sabrá de lo que hablo y, si no, se lo puedo explicar con datos.
Pese a todo, y como diría Manuela Carmena, creo en la reinserción, por lo que mi mejor deseo es que los ganadores que han perdido comiencen la etapa de retirada a los cuarteles de invierno, ya que atisbo el momento de iniciar la regeneración verdadera, de hacer acto de contrición y cambiar. Y, aunque haya quienes opinen que los nuevos se corromperán igual y empezarán a colocar a los suyos, estoy convencida de que mientras llegan, se acomodan y conocen los mecanismos de funcionamiento pasará un tiempo virginal en el que podremos degustar derechos como la igualdad, la libertad y la dignidad. Brindo por ello.