Y cuando son descubiertos les puede dar por cantar, como le pasa al constructor David Marjaliza, que está largando hasta las tablas de multiplicar, porque de eso iba la trama Púnica de forrarse por dos, por tres… a costa de las administraciones y de los ciudadanos.
Se le podrá llamar chivato, pero si corrupto es un término que ha perdido fuelle por la profusión de casos, el de chivato puede empezar a verse como el nuevo héroe. Y es que hacen falta soplones para conseguir transparencia o información real, ya que, claro está, por medios naturales parece complicado.
Me da igual que el tipo esté intentando salvar su culo ¿quién no?, me da igual que haya entrado a saco, lo que me interesa es que dé nombres y nos cuente los pormenores de la trama, a la que por cierto, se tilda, y no sin razón, de tonta. Es decir, que han robado ‘a pajera’, a la vista de todo el mundo, con la connivencia de muchos y el silencio de otros y sin inventar una rocambolesca estrategia de ingeniería física para evitar que los pillen. Nada, a manos llenas y a plena luz.
Pero a lo que iba, reivindico a los chivatos y, para que se conviertan en una profesión en boga, deberíamos cambiarle el nombre y así conferirle un carácter rimbombante, incluso en inglés, al estilo de ‘business developer’, ‘Engineering, Procurement and Construction’ o ‘growth hacker’… No se me ocurre ahora, pero ya daré con una denominación que le quite esa imagen de acusica , renegado o infiel (esos son otros) y emerja una nueva actividad que salvaguarde y defienda las instituciones de todos aquellos que vengan con intención de exprimirlas y sorberlas hasta dejarlas secas, sin fuerza ni ganas ni proyectos ni nada. Si hubiera vigilancia y denuncia constante sobre lo que se cuece en las administraciones no estaríamos como estamos.
En este punto siempre he dicho que quien ve y oye actitudes delictivas y se calla, es igual de culpable que quien comete las tropelías. No nos vale ya el pasotismo.
Es necesario que haya muchos que canten, aunque sea ‘bachata' y luego no sirva ni siquiera para echarnos las manos a la cabeza ni, menos aún, para cambiar el voto, pero esa es otra cuestión, decepcionante, triste y estúpida, sin embargo, harina de otro costal, que se suele decir. Yo colocaría a un chivato en cada esquina de cada departamento administrativo, con su nómina, sus extras, sus ‘moscosos’, sus vacaciones y sus desayunos, que vigilar también cansa. Además, creo que para definir su perfil basta con ser valiente, tener las manos limpias y saber diferenciar lo que está bien de lo que no. Parece ‘peccata minuta’, pero no hay tantos con ese alto sentido de la responsabilidad ni de la ética.
Los chivatos deberían articular sistemas de escucha y de videocámara porque, tras décadas de depositar nuestra confianza en personas, supuestamente eficaces, para gestionar la administración y vernos ahora traicionados qué menos que controlarles hasta los móviles, que para eso se los pagamos. Y sus viajes, que los enmascaran de misión comercial y no venden una escoba pero se lo pasan pipa, y sus reuniones… eso sí sería transparencia. Así es que ¡viva el chivato!