sábado, 28 de mayo de 2016

Chivatos

Leyendo un artículo sobre las profesiones de más tirón en estos momentos, me puse a pensar en las poquísimas posibilidades que tiene aquella gente que no está relacionada con la informática. No se habla nada de políticos comisionistas, ni de constructores mafiosos ni de empresarios evasores fiscales ni de famosos licenciados en ‘Gran hermano’ que, de momento, es lo que se lleva y marca tendencia. Por cierto, les va de muerte hasta que se les acaba o les pillan ¿Los pillarán a todos?
Y cuando son descubiertos les puede dar por cantar, como le pasa al constructor David Marjaliza, que está largando hasta las tablas de multiplicar, porque de eso iba la trama Púnica de forrarse por dos, por tres… a costa de las administraciones y de los ciudadanos.
Se le podrá llamar chivato, pero si corrupto es un término que ha perdido fuelle por la profusión de casos, el de chivato puede empezar a verse como el nuevo héroe. Y es que hacen falta soplones para conseguir transparencia o información real, ya que, claro está, por medios naturales parece complicado.
Me da igual que el tipo esté intentando salvar su culo ¿quién no?, me da igual que haya entrado a saco, lo que me interesa es que dé nombres y nos cuente los pormenores de la trama, a la que por cierto, se tilda, y no sin razón, de tonta. Es decir, que han robado ‘a pajera’, a la vista de todo el mundo, con la connivencia de muchos y el silencio de otros y sin inventar una rocambolesca estrategia de ingeniería física para evitar que los pillen. Nada, a manos llenas y a plena luz.
Pero a lo que iba, reivindico a los chivatos y, para que se conviertan en una profesión en boga, deberíamos cambiarle el nombre y así conferirle un carácter rimbombante, incluso en inglés, al estilo de ‘business developer’, ‘Engineering, Procurement and Construction’ o ‘growth hacker’… No se me ocurre ahora, pero ya daré con una denominación que le quite esa imagen de acusica , renegado o infiel (esos son otros) y emerja una nueva actividad que salvaguarde y defienda las instituciones de todos aquellos que vengan con intención de exprimirlas y sorberlas hasta dejarlas secas, sin fuerza ni ganas ni proyectos ni nada. Si hubiera vigilancia y denuncia constante sobre lo que se cuece en las administraciones no estaríamos como estamos.
En este punto siempre he dicho que quien ve y oye actitudes delictivas y se calla, es igual de culpable que quien comete las tropelías. No nos vale ya el pasotismo.
Es necesario que haya muchos que canten, aunque sea ‘bachata' y luego no sirva ni siquiera para echarnos las manos a la cabeza ni, menos aún, para cambiar el voto, pero esa es otra cuestión, decepcionante, triste y estúpida, sin embargo, harina de otro costal, que se suele decir. Yo colocaría a un chivato en cada esquina de cada departamento administrativo, con su nómina, sus extras, sus ‘moscosos’, sus vacaciones y sus desayunos, que vigilar también cansa. Además, creo que para definir su perfil basta con ser valiente, tener las manos limpias y saber diferenciar lo que está bien de lo que no. Parece ‘peccata minuta’, pero no hay tantos con ese alto sentido de la responsabilidad ni de la ética.
Los chivatos deberían articular sistemas de escucha y de videocámara porque, tras décadas de depositar nuestra confianza en personas, supuestamente eficaces, para gestionar la administración y vernos ahora traicionados qué menos que controlarles hasta los móviles, que para eso se los pagamos. Y sus viajes, que los enmascaran de misión comercial y no venden una escoba pero se lo pasan pipa, y sus reuniones… eso sí sería transparencia. Así es que ¡viva el chivato!

domingo, 8 de mayo de 2016

Culpables

Pues ya estamos liados otra vez, irremediablemente abocados a otras elecciones. Y nuevamente los ciudadanos tienen el encargo, por no decir el marrón, de resolver el embrollo. Lo hagamos como lo hagamos siempre nos toca la china, que hay crisis, nos recortan sueldos y abaratan los despidos, o tenemos que pagar por servicios sanitarios o educativos que antes eran gratuitos, que el resultado electoral ha salido raro o distinto, pues venga, repetimos hasta que votemos ordenadamente y los políticos puedan gobernarnos sin tener que sacar la calculadora ni tener que negociar nada. 
Así que aquí estamos los ciudadanos intentando arreglar el descosido, y encima nos miran como si fuéramos los culpables de esta situación. Pues por ahí no paso, porque a día de hoy no soy una evasora fiscal, ni tengo dinero en paraísos fiscales, no he metido la mano en ninguna caja que me estuviera prohibida legal o éticamente, he cumplido con todos mis compromisos y responsabilidades y no hago promesas que no pueda ejecutar. 
Por tanto y, pese a mis enormes defectos e insalvables manías, no soy culpable de casi nada, menos aún de ir a votar a quien me dé la gana. Así que no admitiré a ninguno de estos que no ha sabido ceder, ni negociar, ni mirar hacia la gente sino hacia sus partidos, que digan que esos complicados resultados electorales del 20D son los que hemos querido los ciudadanos. Así dicho es una evidencia que ni hace falta citar, pero si trae la connotación de culpabilidad, de que somos los votantes los causantes de que no haya gobierno, no se lo consiento. Porque si ante el primer escollo no saben qué hacer, apaga y vámonos. 
Esta inutilidad nos deja huérfanos. Y no somos culpables de nada, y menos de votar, porque individualmente pensamos en el partido o líder que nos puede garantizar cierto porvenir o, en el peor de los casos, no nos vaya a martirizar más.
Estos no han dado la talla, y sean de la vieja guardia o de las nuevas hordas han demostrado no saber moverse en el terreno del pluripartidismo. Todos siguen viciados y contaminados de bipartidismo.
Quizá todo este paripé de semanas no es otra cosa que escenificar de cara a la sociedad lo que el propio Rajoy ha mostrado desde el minuto cero y sin disimulo porque se ve que tampoco inspiramos respeto, ningún interés por alcanzar acuerdos con nadie.
Por tanto, conste que a los ciudadanos no nos ha gustado nada el desenlace de estos meses, incluso nos escandalizamos del gasto de una nueva convocatoria y de que los diputados no tengan que devolver el material entregado, que no es precisamente de la marca blanca de Media Markt.
Está bien que no nos conformemos y que protestemos, porque es esto de lo único que somos culpables los ciudadanos, de que nuestra rebelión por determinadas causas sea incapaz de cambiar muchos vicios. Sin embargo, en este punto la culpabilidad también tiene grado, y yo me siento menos responsable porque jamás voto a quienes les persigue una agria fama o simple sospecha de corrupto. Que cada uno asuma las consecuencias de sus decisiones y actos, pero hay que ser muy consciente de la papeleta que se escoge porque votar es también castigar o premiar a un partido, y no puede ganar quien no haya hecho méritos. 
De momento, estos últimos meses los candidatos de los partidos no han logrado ni el aprobado raspado, sin embargo, los ciudadanos que sí hemos hecho los deberes tendremos que soportar la tabarra de una nueva campaña electoral, a la que llegamos empachados como nunca.