jueves, 31 de diciembre de 2015

Rajoy

Estimado presidente
Yo nunca le he votado (posiblemente, de esto no tenga usted solo la culpa) porque no me ha cautivado, pero llegado este momento tengo que decirle que me inspira ahora una compasión inaudita e inadmisible para un político. Ni siquiera lo sentí por Zapatero, quizá el mandatario más vilipendiado de la historia de este país, vilipendiado por los suyos, quede claro.
Pero a lo que iba, yo le veo, desde aquí, como un presidente cuyo destino era otro, distinto y distante de la jefatura del gobierno de un país. Sin embargo, le tocó en suerte y he notado cómo le estorbaba el traje. Ni le he visto cómodo, ni seguro, ni convencido ni siquiera agradecido.
No obstante, agradecidos deben estar los de su partido y sus votantes porque, pese a su impericia, ha sorteado obstáculos infranqueables para cualquiera, incluidos aquellos que se muestran fuertes e impenetrables.
Retrocediendo en el tiempo, usted fue el único responsable político que dio la cara cuando la catástrofe del Prestige, que tanto mal provocó en su tierra, en Galicia. Y, aunque lo de los ‘hilitos de plastilina’ no fue la mejor descripción del panorama, reconozco que entre plantarse delante de la sociedad o irse de caza como su compañero, Álvarez Cascos, hay un abismal trecho.
Y luego está gobernar completamente lastrado por los suyos. No se queje si Pedro Sánchez le dice ‘no decente’. Eso, que no es un insulto, comparado con las zancadillas internas que ha soportado, es gloria bendita. Primero tiene que ocupar el trono dejado por Aznar quien, desde luego, menos echarle un cable, lo ha hecho todo. Por no hablar de la lideresa, Esperanza Aguirre. Luego, el tesorero de su partido, Bárcenas, quien, ¡Virgen del Amor, el amasijo que había organizado! Y para terminar, por terminar, ya que se podrían escribir libros enteros (¡qué pena de la historia!), Rato.
Sin embargo, como ciudadana, me escandalizan tanto los delitos como las explicaciones o no explicaciones. Flaco favor le hizo María Dolores de Cospedal con el ‘finiquito diferido’ cuando intentaba explicar la situación del ex tesorero en el partido, pero peor ha sido el asesoramiento recibido por parte de sus más ‘fieles’ (entre comillas, porque la fidelidad debe ir acompañada de inteligencia) colaboradores, que le han recomendado las pantallas de plasma y las no comparecencias. ¿Es que se avergonzaban de usted?
Si repite, cambie de asesores ¡por lo que más quiera!, que no le hagan parecer débil, ni torpe ni solo.
¡Si hasta los suyos le han llevado la contraria cuando recibió el golpe en Pontevedra! Un hecho aislado de un ‘colgado’ ha sido convertido por su gente en una agresión de la izquierda, cuando usted mismo salió a decir que ‘nadie saque conclusiones políticas’. Dicen que eso es estrategia. ¡Toma castaña!, gallega claro.
En fin, después de tanta tropiezo, de tan poca admiración por parte de los suyos, incluso de tanta traición interna, con la sombra de su antecesor en el PP planeando como una mosca y, por supuesto, con esta difícil etapa de crisis, se merece dar nombre a una plaza de cada ciudad de este país. Pero si no repite como presidente, no culpe a la oposición ni a sus no votantes, el enemigo está siempre en casa.

viernes, 18 de diciembre de 2015

Votaremos

Se acerca el momento de ir a votar. Menos mal, una semana más de encuestas, debates y mítines y me exilio. Sin embargo, y pese a este momento de éxtasis político y de machacona exhibición pública con tanta saturada y reiterada información, que hacen huir despavorido al más creyente, he escuchado pocas respuestas a problemas personales, de esos que todos sabemos porque les ponemos rostro.
No he oído hablar de casos como el de una amiga que vendió su casa y se trasladó a la de sus padres. Así, con el dinero de la venta, va tirando ella y su familia mientras cada día que amanece espera ilusionada un milagro.
Tampoco se ha hablado de esa otra mujer que todos los días, de lunes a domingo, tiene que cuidar de su madre con alzheimer. Su única esperanza es que corra la lista en la sanidad pública para poder ingresarla en un centro especializado en su enfermedad. La percepción por la dependencia no da para pensar en cuidados privados.
Una compañera, que lleva esperando, años ya, un tratamiento para la fertilidad en la seguridad social, tampoco ha sido recordada en las comparecencias públicas de los candidatos. Igualmente, ésta descartó hace tiempo la opción de la clínica privada, se lo impiden los exiguos ingresos de mil euros mensuales que tiene.
Tengo también un conocido con un hijo universitario, que reza día y noche, pese a su manifiesto ateísmo, por que la criatura apruebe todo y que la matrícula no le salga por un pico. Bueno, mejor dicho, el pico ya es la matrícula pelada, reza para no tener que pagar también los suspensos.
Igual que mi vecina, con una enfermedad crónica, que cobra el paro y que paga los medicamentos necesarios al mismo precio que un paciente que ingresa unos 100.000 euros al año.
Tengo un allegado licenciado, con una larga trayectoria laboral, parado, de esos de larga duración, que ha enviado cientos de curriculum en los últimos años y, por no lograr, no ha logrado ni una miserable respuesta. Nadie le contesta, ni siquiera aquellos que ofrecen trabajo ni mucho menos los aspirantes a gobernar.
Tengo un amigo que hace chapuzas en negro y con ello puede comer, aunque ni cotice ni tenga seguros de ningún tipo. Otro no creyente, que de vez en cuando suelta un ‘Dios proveerá’. Tampoco él ha recibido aliento en esta campaña.
Tengo otra amiga, que ahorra con afán las monedas de dos euros para costearse un viaje a Estados Unidos y abrazar a su hijo que se está buscando la vida. No ha oído que se fomentarán las políticas de empleo para hacer retornar a los jóvenes.  No hay garantías de un nuevo trabajo, mucho menos de un trabajo mejor. Por eso, también tengo una pariente que sufre un empleo insoportable. Cree que es mejor aguantar, apretar los dientes, cerrar los ojos y seguir aunque le coma la ansiedad y el estrés porque sabe que tras ese trabajo no hay nada. No tendrá otra oportunidad laboral.
Tengo un familiar con un bebé que hace malabarismos para compatibilizar su horario laboral y la crianza. Entra a trabajar a las seis de la mañana y no encuentra guarderías que abran tan temprano y no puede costearse una niñera, ya que su sueldo ronda los 800 euros.
Todas estas personas hablan de sus problemas, pero sus quejas no llegan a los políticos que llevan semanas prometiéndonos el cielo. Sin embargo, iremos a votar, dignos, convencidos, seguros, incluso esperanzados. Votaremos pese a las promesas que jamás se cumplirán y votaremos pese a los graves errores cometidos, votaremos pese a las mentiras repetidas mil veces como verdades y votaremos porque a nosotros sólo nos queda la ilusión de mejorar, el milagro.