sábado, 13 de agosto de 2022

Diecinueve

Diecinueve ya, y a veces tengo la sensación de que me he perdido la mitad de este tiempo, de nuestro tiempo. No lo he degustado con la quietud y el deleite que requiere, atrapando cada instante, para no dejar escapar un detalle, pero sí sé que hemos estado ligadas en todo momento; al principio, de la mano, en un periodo de miedos (míos) y de risas y besos (tuyos), donde se combinaron abrazos y cambios de pañal, noches de toses y días de ocurrencias tuyas, como aquella vez que me preguntaste: “Mamá, ¿el cementerio es donde se hace cemento?”

Luego ya nos fuimos construyendo cada una en su parcela pero sin dejar de ser dúplex adosados.

No sé si tus recuerdos coinciden con los míos. Ya sé que algunos de tus pensamientos de ahora y esas opiniones y aptitudes que tanto condeno, no. Algún día se hermanarán en un intercambio de cesiones tuyas y mías. Estoy convencidísima de que esa neófita personalidad tuya que a veces tanto me irrita se mimetizará con el paisaje de los años y que sobreviviremos a tanta diferencia.
Habrá etapas en las que te creerás autónoma y solvente, apostarás por una vida sin mí, sin embargo, seguiré siendo tu botiquín, tu tarjeta monedero y tu cinturón de seguridad. Volverás a cada rato y ojalá esté siempre para recibirte.
Te he legado un hogar y una familia y otras cosas de las que yo no me siento orgullosa y de las que tú ahora rehúyes. En su favor he de decir que si alguna vez descubres que también están en ti recuerda que por muy feas que te parezcan me han servido para combatir a quien ha intentado doblegarme y también para no rendirme. No quiero que mis experiencias sean ejemplo, vive las tuyas y verás que aunque hay algunas que escuezan son necesarias para ser más y mejor. 
Te decepcionará mucha gente pero en este planeta hay ocho mil millones de personas, encontrarás fácilmente a quien te quiera y a quien te respete. Ya has aprendido que los amigos no son followers y antes, que los Reyes son los padres.
Contigo he aprendido frases sublimes como “aporta o aparta” y divertidas como “¿quieres un pin o una chapa?”, cuando he demostrado que yo llevaba razón.
Tener la razón, que parece importar tanto, no sirve de nada. Porque en este mundo no siempre triunfa la razón, ni la justicia ni la inteligencia. Hay que lidiar con ello como parte del pacto de vivir.
Lucha y trabaja por lo que crees y por quien quieres. Todo lo demás es adorno, son sobras.
Recuerda siempre que eres un afluente de mi río y que al final desembocamos en el mar de la vida.
Recuerda que nunca te mentiré aunque me sientas cruel.
Recuerda que nadie jamás nunca te querrá más que yo, por muchas tempestades, kilómetros y horas de distanciamiento. Que eres lo más mío que tengo y al mismo tiempo lo menos yo.
Recuerda que siempre estuve, que estoy y estaré hasta el final, aunque en muchos momentos no lo esperes, no lo quieras o no lo busques. Soy tú, eres yo. Hace diecinueve.