sábado, 3 de octubre de 2015

Mentiras

He descubierto que mi champú tiene extracto de higos y es revitalizante, hidratante y no sé cuántas cosas más. Pero es mentira, como casi todo lo que vemos y oímos, como casi todo lo que nos venden.
Yo creo que es fácilmente justificable que alguien que quiera hacer negocio exagere las cualidades de su producto, eso forma parte del marketing, pero de ahí a otorgarle propiedades medicinales, pues no. Pero lo mejor es que todos estamos vendiendo siempre algo, incluidos a nosotros mismos. Por tanto, mentimos mucho.
Algo así debe haberle pasado a Volkswagen, que menuda ha liado por ocultar las emisiones contaminantes de sus vehículos. Si es que con tanta mentira, ya no te puedes fiar de nadie. El fraude está en el aire. Nunca mejor dicho.
Pero además, los últimos días y semanas estamos asistiendo a un bombardeo brutal de noticias relacionadas con las elecciones autonómicas en Cataluña. Otra mentira. Esas elecciones sólo han sido un sondeo para contar independentistas. Bueno, al menos ya han tomado el pulso unos y otros, y sabrán, aunque tengo serias y verdaderas dudas, por dónde tirar. Lo tremendo es la gran movilización ciudadana que una mentira puede desencadenar y lo fácilmente manipulables que somos los seres humanos, quienes acudimos en manada a votar tras campañas electorales, todas diseñadas y construidas sobre mentiras, con la esperanza de mejorar nuestra sociedad.
Y, hablando de bombardeos, el de Rusia a Siria estará, seguramente, inspirado y motivado en otras muchas mentiras. Algún día, alguien podría dedicarse a contar los muertos producidos por ataques en busca de terroristas. Nos engañan con miserables excusas para ocultar verdaderas razones, nunca cimentadas en el interés de los ciudadanos. La mentira es más fuerte y siempre gana.
Mientras tanto, los sirios huyen en bandada y de forma desesperada de un país arrasado. Ahora que los rusos han intervenido, nadie debería dudar de los motivos de este éxodo tan sangrante.
Yo nunca he creído que la decisión de abandonar tu país en guerra, arriesgando la vida de tus hijos sea frívola, caprichosa y alegre. La imagen de aquel pequeño niño ahogado en la orilla de una playa turca es suficientemente fuerte e impactante como para entender la desesperación. No hay palabras que la expliquen mejor que la soledad de Aylan Kurdi ahogado. Yo también cruzaría mares y desiertos en busca de una vida mejor, aunque esté en un mundo lleno de mentiras. Los únicos que en estas circunstancias no mienten son los húngaros, quienes han mostrado al mundo el generoso, solidario y gran pueblo que son. Yo aquí hubiese disculpado y admirado la mentira de hacer creer al resto de Europa que levantar muros contra los refugiados era para evitar las riadas.
Y una última mentira más, la de la Ley gallega de Muerte Digna, que no sirve para nada, que no está ayudando ni apaciguando la pena de Andrea y su familia, que desean acabar con el sufrimiento de doce años. Terrible decisión, desde luego, pero si existe la ley, debería cumplirse, para que no pase como aquella de ‘memoria histórica’ o la propia Constitución que establece el derecho a trabajo y vivienda digna. ¡Cuánta mentira!

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