martes, 27 de septiembre de 2022

Septiembre

Septiembre es un mes ñoño, como de despedida, fronterizo, que limita con el jolgorio del verano y la melancolía del otoño. No me termina de gustar septiembre. Es un mes traicionero, de tormentas inesperadas que se convierten en danas y de calores muy subidos que no le corresponden, como si septiembre quisiera ser verano y no lo es; por eso en ocasiones me parece ridículo. Es lo que tiene vivir en la linde, de no pertenecer por entero a una estación, de no ser de ningún sitio. En esto último nos parecemos mucho septiembre y yo.

También representa días de ferias con norias y algodón de azúcar que siempre me han dado flojera. No sé si por el bullicio o por ser parte silenciosa del mismo.

Año tras año, ha sido el mes de la vuelta a la normalidad, ese era su puesto y su cargo en el almanaque, pero desde la pandemia, ese estatus es ya emérito como el de un rey que no gobierna. 

Era el mes de volver a empezar y tenía más de ruptura que enero, quizá por el comienzo de curso, de tantos cursos, con estuches que huelen a goma de borrar, lápices que aún no han escrito nada, libretas vírgenes (tengo en la cabeza un relato sobre eso), libros rígidos de estreno, aulas extrañas, profesores nuevos y decenas de promesas hechas a mí misma sobre que esta vez sí, de verdad, voy a llevar al día todas las materias. Me duraba una exhalación, como ese otro compromiso de dejar de decir tacos o de fumar o de no perder la compostura, que adquiría cada 31 de diciembre y que me duraba, también, otra exhalación.

Septiembre, el mes del aguacero y de los regresos, se llevó a una reina longeva y a muchos más, la mayoría no los recordará la historia, pero otros nos habrán dejado una gran huella, como Masha Amini, que se rebeló en Irán, un país donde atormentan a las mujeres y la moral está preñada de represión, de ignorancia y de miedo. Masha me representa, la señora que ha ganado en Italia, no.

Además, septiembre mantuvo latente la guerra de Ucrania y tantas otras. Putin es la viva imagen del caudillo tarado, no sé cómo no lo vimos venir, y eso que la memoria de la humanidad nos ha presentando a unos cuantos.

Volvieron, aunque nunca se fueron, las noticias de antes del verano sobre los precios de la energía y de la vida en general, pero se apagan los incendios. Y nos espera a partir de ahora el frenesí de las decenas de encuestas sobre supuestos resultados de los próximos comicios y, con ello, la precampaña y la campaña electoral. Empieza la etapa de los predicadores, que te atemorizan con el infierno si no les votas, o te venden un mundo feliz (al más puro estilo Aldous Huxley) si logran gobernarte (qué fea palabra). En fin, que gane el mejor.

Y hablando de mejores, ahí tenemos a jóvenes ganando trofeos en el tenis con solo 19 años, y a otros muchos (jóvenes y no tan jóvenes) investigando, creando, emprendiendo… y gracias a ellos y a todos los que trabajan responsablemente el mundo sigue girando.

En fin, aún no se ha acabado septiembre y espero, con una esperanza insólita, que cuando lo haga quede como si nada, como otro mes y ya. Será entonces cuando respire y le dé una nueva oportunidad y, aunque no me traiga algo bueno en el futuro, se vaya sin arrancarme nada. Enseguida octubre y ese ya sí, ese es mi mes. 


PD. Mucho ánimo, Rosi. Estas semanas están siendo duras. Resiste. No hay un solo septiembre que se quede más de 30 días.

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