martes, 27 de marzo de 2012

Hoy toca hablar de huelga


No lo he pensado mucho, pero no voy a hacer huelga. Y sí, es cobardía. La huelga debí hacerla en aquel momento en que alguien temió presiones o perder su puesto de trabajo si ejercía su derecho a parar para protestar. ¡Y a esto lo llaman democracia! No digo que no lo sea, pero desde luego no por el respeto a derechos fundamentales: Derecho al trabajo, derecho a una vivienda, derecho a la información veraz, derecho a la huelga… Es todo de mentira. Porque la realidad demuestra que esos derechos se han convertido en condenas: condenado al paro, condenado a un deshaucio, condenado a la manipulación, condenado a aguantar callado.

Creo que fuerzas sobrenaturales, mejor dicho, inhumanas, que ni vemos ni oímos, nos intentan convencer de que tenemos el mejor sistema político, el más justo, el de mayor libertad, el que confiere mayor respeto al ciudadano… pero no. Todo es de mentira. Todo es en teoría, en la práctica vivimos tan amordazados, tan temerosos, como en cualquier régimen autoritario.

Para qué manifestarme? ¿Para demostrar que estoy en contra de los recortes? Pues claro que sí, ¿quién en mis mismas circunstancias estaría a favor? Quizá alguna mente naïf con pensamientos febriles sobre la solidaridad entre ciudadanos de un mismo país. Sin embargo, quienes están en mi situación e incluso peor que yo están mirando para otro lado. Qué pereza, manifestarse, ponerse en huelga. A mí que me den pan y me digan tonto, pensarán sin darse cuenta de que ya no es pan lo que comen, sino migajas.

Así que entre que no quiero significarme, porque o formas parte de la tropa o estás en contra, y prepárate para las sutiles amenazas, entre que hay trabajadores-compañeros que jamás te han apoyado cuando has reivindicado o has propuesto y entre que me dan un pellizco a la nómina con la que no llego ya recortada, me quedo sin valor y sin motivos para hacer huelga. Pero eso sí, la huelga es necesaria. Ojalá sea libre para decidir sobre la próxima. 

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