jueves, 11 de septiembre de 2014

En busca del milagro

Hay que ver que para los cada vez menos creyentes, incluso menos gente esperanzada en una futura tranquilidad tangible, sí que contemplo mayor fe o apuesta por algo siempre tan infinitamente lejano como el milagro. 
Tal y como está el panorama uno ya no busca la oportunidad, se deja ver ante la posibilidad o flirtea con la casualidad. Tal y como están la cosas, el desesperanzado, el cansado de esperar, el deseoso de un cambio vital o profesional, se confía a lo más inesperado, a lo más improbable, a lo imposible, al milagro. No vale ni confiar en la buena suerte.
No obstante, como en todo, en el milagro también hay intensidades o categorías. Es decir, para un parado el milagro sería encontrar un trabajo digno, para un enfermo, la cura, y para un corrupto como Fabra, el milagro es esquivar la cárcel.
Y, también, igual que en otras tantas cosas, el milagro se hace menos sobrenatural en unos casos que en otros, ya que éste no sigue criterios de justicia, bondad, autenticidad... El milagro llega y al que toque tocó, como la lotería, esa que tanto ha premiado a Fabra.
Y es que no es fácil que llegue lo lógico, ni lo correcto ni lo supuestamente normal o natural. Por eso entiendo que alguien diga convencido que sólo salvaría su situación un milagro. Y, si no, siempre puede uno joderse, como sentenciaba en el Congreso de los Diputados la hija de Fabra, otro ejemplo de milagro por llegar tan lejos con tan poca inteligencia.
Así que no queda otra que tener fe y esperar a que llegue eso tan improbable y tan próximo, eso que parece tan fácil para quienes creemos que no lo merecen. Aunque quizá el auténtico milagro somos nosotros, verdaderos resilientes de estos malos tiempos para vivir.

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