sábado, 6 de diciembre de 2014

Me arranco por Pimpinela

Llevaba preocupada unas semanas. Sentía que era invisible. Invisible para conseguir miles de seguidores en las redes sociales, invisible para quienes me rodean, que son sordos sólo para frases como ‘recoge eso’, ‘apaga la tele’ o ‘haz los deberes’. Invisible para los receptores de mis correos en los que me quejo de esto o aquello o en los que pido, que también pido.
Pero no, no soy invisible. Lo sé porque el Ayuntamiento de Murcia me escribe con una frecuencia tan continua que yo creo que se ha enamorado o que me va a nombrar vecina del año. También me escribe la Dirección General de Tráfico. Me escriben tanto, y de forma tan errónea, que echo cuentas y por cada vez que conduzco me ha caído más de una multa. 
Debe ser por el nombre tan común, aunque reconozco que se me ha pasado por la cabeza que hay algún agente que me tiene enfilada. No obstante, siendo más lógica, me inclino por que esta circunstancia, de la que no disfruto en exclusiva, es sólo producto o resultado del asfixiante acoso al que la administración tiene sometidos a los ciudadanos, que parece Saturno devorando a sus hijos.
Y ahora ya me pongo seria. Las arcas deben estar tan mermadas (y no voy a soltar la manida tesis de que la escasez se debe a lo mal gestionado o llevado) que ya no le basta con subir, perdón, actualizar (vamos a utilizar el mismo eufemismo) los impuestos. Te sacan el saín hasta cuando duermes. Y la verdad, ya tengo miedo de salir a la calle por si me pillan, y da igual que recicles a la hora aconsejada, que no tengas chucho que ensucie las calles, que no toques el claxon, que pagues tus impuestos puntualmente… da igual lo buen ciudadano que seas, porque estás solo, indefenso y a la deriva ante un mastodonte que además cuenta con la complicidad de las entidades bancarias que abren tu cuenta de par en par para que entren a saco. Entre lo que te embargan unos y las comisiones que te cobran los otros dan ganas de mezclar todos los residuos y comprarse un perro para que se cague en la puerta de determinados bancos.
Y ahora viene lo mejor, a veces se equivocan y tienen que devolver el importe de los embargos. No obstante, uno no se siente vencedor, se siente desolado, fatigado de luchar en batallas injustas e inútiles, que te hacen perder el tiempo y la fe.
Así que ¿miedo a Podemos?, miedo le tengo yo a que esta cultura del abuso se perpetúe.

De todas formas, viendo los escasos seguidores, las pocas respuestas recibidas y esta invisibilidad que viene y se va, he decidido comprarme no un chucho, pero sí un organillo y cantar a lo Pimpinela aquello de ‘olvida mi nombre, mi cara, mi casa y pega la vuelta’, a la entrada de cualquier edificio público. A ver si con música consigo una invisibilidad total ¡Me pongo ya a preparar la gira!

2 comentarios:

  1. Te quedan pocas opciones si la apisonadora de la administración se fija en tí. Primero paga, después reclama; la ley está hecha a nuestra medida: tú eres un número que paga impuestos, en la práctica tus derechos nos los pasamos por el arco del triunfo.

    Pero, para compensar, no sólo no eres invisible para muchos, eres hasta inprescindible para algunos. Los demás te queremos y te admiramos.

    ResponderEliminar
  2. Gracias Pepa. Tu comentario, hecho con tanta cordura y cariño, compensa presiones, impotencia y hasta tristezas por no poder hacer nada. Pero no podrán con nosotras!

    ResponderEliminar