lunes, 20 de febrero de 2012

De desfile en desfile

Me he pasado el fin de semana de desfile en desfile. Primero fue el de carnaval. ¡Mamma mía para lo que me he quedado! Y el domingo desfilé en la manifestación contra la reforma laboral. En uno actué de madre, ya que me disfrazo desde que tengo descendencia en edad escolar, por acompañar, por implicarme en los eventos que les gusta. Éste es el legado que les voy a dejar, un legado lleno de experiencias compartidas y de recuerdos. Pasarán los años, se juntarán y se contarán, como si no lo hubieran vivido, los detalles de aquel año que salimos con mamá vestidos de tal cosa o de tal otra. No estoy para legar casas, menos aún con los recortes que me están cayendo, pero nadie ni nada me privará de dejarles la mejor y más feliz memoria de la que sea capaz.

Al segundo desfile acudí como ciudadana y trabajadora. Sin miedo y muy contenta y convencida de estar en el único lugar posible en ese momento. Fue mi forma de protestar contra la insoportable agresión que está sufriendo el trabajador, ese convidado de piedra que sólo sirve como votante y como bolsillo para ser exprimido por partidos políticos y administraciones. Estoy segura de que cuanto más nos recorten, seremos  más pobres y menos consumidores, de manera que la economía poco va a crecer si no compramos. También seremos más esclavos del patrón que, si ya te amenazaba con mandarte a tu casa, ahora ya casi que le premian por hacerlo. Y luego saldrán ante las cámaras compungidos por el elevado número de parados.

En fin, ya sólo nos queda desfilar que, por el momento, no hay que pagar.

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