Cuando era pequeña
me intentaban amedrantar con el ‘tío del saco’, un tipo al que nunca vi, pero
da igual porque lo que me imaginaba de forma terrorífica era el saco. Pasado el
tiempo y superado aquel miedo, han llegado otros terrores con forma del ‘tío del
saco’. Ahora ese ‘tío’ es un señor que viaja en moto y su saco es un carrito de
la compra, de color amarillo. ¡Y me da un miedo! Llama a tu timbre a esas horas
de la mañana en las que estás inmersa en cualquier tarea, absorta, y pegas un
brinco ante el imprevisto sonido porque no esperas a nadie. Contestas ¿quién
es? y él se identifica como ‘cartero’ y ya sabes que si te ha llamado es porque
va a atacar tu buzón. No ves el momento de bajar y abrir para comprobar las
misivas que te ha dejado.
Si tus amigos se
relacionan contigo a través del teléfono, o del facebook, si a tu familia la
ves constantemente, si no tienes un amante secreto, o sí, pero os habláis a
través del whatsapp… sabes de antemano que tu buzón no te va a regalar ninguna
carta de amor, cariñosa, con buenas noticias. Tienes todas las posibilidades de
que tus remitentes sean el banco, que nunca regala nada, la compañía eléctrica,
que cada día te cobra más, o Hacienda con una orden de embargo. En el mejor de
los casos, la carta puede ser de tu administrador de fincas que te convoca a
una de esas soporíferas reuniones.
Y claro, odias al
tío del saco, a su saco, por no llevar nunca nada que te alegre, ni te relaje.
Nada que te dé un respiro. Y ya si abres el periódico, ves paro, violencia, muertos… ¿Dónde están las buenas noticias? A ver si no va a haber ninguna.
Me voy a pasar a las revistas del corazón, que allí sólo se ve gente guapa, con
casas guay y una vida maravillosa.
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